Isaco Abitbol, de nombre real Isaac y ascendencia judía, nació en Alvear, provincia de Corrientes, un 29 de noviembre de 1917. El primer instrumento que aprendió fue la bandónica, para luego tomar clases de piano e inclinarse definitivamente al bandoneón. En la década del ’30 viaja a Buenos Aires, a probar suerte como muchos otros músicos de la zona. Se inició en el tango, pero no tardó mucho en volcarse a la música de su provincia.
Su primer grupo fue “Los hijos de Corrientes”, el conjunto de Emilio Chamorro, famoso por haber sido un grupo cuna donde pasaron muchos de los grandes músicos correntinos, como Tarragó Ros, Tránsito Cocomarola, Ernesto Montiel, entre otros. En el año 1942 llega uno de los momentos claves en su vida artística, junto a Ernesto Montiel forma el que se transformaría en uno de los grupos míticos dentro de la música correntina: “Cuarteto Santa Ana”. Dejó temas para el recuerdo en dicho grupo, formando un notable dúo de acordeón y bandoneón junto a Montiel. Permaneció en el conjunto hasta 1951, regresando esporádicamente luego para algunas grabaciones.
Isaco supo acompañarse de grandes músicos ya en su etapa como solista, las que pasaron por tríos, cuartetos y quintetos. Rubén Miño, Samuel Claus, Tránsito Cocomarola, Emeterio Fernández o Antonio Niz son solo algunos nombres con quienes compartió escenarios y grabaciones. En la década del ’70 llega otro punto alto en su vida artística, se une junto al bandoneonista Julio Lorman y el cantor y guitarrista Roberto Galarza para formar el recordado “Trío de Oro”. Este grupo se caracterizó por la excelencia musical, no solo como dúo de bandoneones sino también sumado a la voz de “El zorzal de Corrientes”.
En 1992 forma su última gran agrupación: el “Trío Correntino Pancho Cué”, junto al acordeón de Rubén Miño y la guitarra de Antonio Niz. Este trío marcó una época por tener un exquisito repertorio instrumental, con temas propios y reversionando grandes clásicos del chamamé con un sonido propio y distintivo, que hacía que quien escuchara supiera que se trataba de ‘Pancho Cué’.
Es autor de más de 150 obras, entre las que se destacan clásicos de nuestra música, como “La Calandria”, “Paraje Bandera Bajada”, “La Taba”, “Siete Higueras”, “General Madariaga”, “La Yerra”, “La bailanta”, entre otras. Fue un número fijo en los grandes festivales de la música correntina, además de ser premiado varias veces por su trayectoria y su aporte a la cultura musical de su tierra. Por muchos años vivió en Posadas, lugar donde una plazoleta lleva su nombre.
Lo que escribieron sobre él
“Mencionar su nombre ya representa toda una historia dentro de la evolución y el desarrollo de la música correntina”, afirma el profesor e historiador Enrique Piñeyro, uno de los estudiosos del chamamé.
“Fue uno de los mas prolíficos e inspirados composotiores de la historia del chamamé”, remarca Juan Pedro Zubieta, historiador de nuestra música.
“Para muchos era la estrella que iluminaba fielmente, el sentir manso y prudente de una lucha franca y bella”, grabó el poeta Ciprián Hernández sus versos en una versión de ‘La calandria’.
“Cada casa era una jaula para el pájaro cantor, que Dios le puso en el alma a don Isaco Abitbol. Dicen que era una calandria que estaba herida de amor, y en su fuelle le lloraba al ir poniéndose el sol. Viejo chamán musiquero, entre el humo y el alcohol, en sus noches de bohemia buscaba su inspiración. Pero Isaco nunca hablaba, hablaba su bandoneón; conjurando la desgracia, la pena y el mal de amor. Su silencio de campesino, lleno de vida interior, sufrió el autoritarismo y enfrentó la prohibición de bailar zapateando y gritar en la reunión; las veces que pidió Isaco la libertad de expresión”, escribió Julián Zini en la grabación de ‘La Huérfana’ del Trío Pancho Cué.
Sin dudas, Isaco Abitbol representa una escuela dentro del chamamé, es una figura categórica a la hora de nombrar a los grandes artistas históricos de esta música. Falleció un 6 de marzo de 1994 pero vive en cada versión de sus temas, se quedó en el chamamé y en el corazón de su pueblo musiquero.